miércoles, enero 11, 2017

Guardia de cine: «20.000 leguas de viaje submarino»

Título original: «20,000 Leagues Under The Sea». 1954. Aventuras. EEUU. Color. 127 min. Director: Richard Fleischer: Guión: Earl Felton. Elenco: Kirk Douglas, James Mason, Paul Lukas

Espléndida adaptación de un “viaje extraordinario”; un verdadero clásico del cine

Existen ciertas formas sencillamente económicas de viajar en el Tiempo sin necesidad de que nadie tenga que emular al protagonista de la obra de H. G. Wells, o nos tengamos que colar por entre los pasillos de determinado Ministerio. Una en concreto está al alcance de cualquier ser humano que pueble este planeta: a través de sus sentidos y recuerdos.

A mí me ha bastado con introducir el DVD de «20.000 leguas de viaje submarino» en el reproductor para regresar a aquellos instantes en los vestía pantalones cortos y zapatillas de lona azul, luciendo piernas bronceadas y sin vello; cuando acariciaba, con pueril inocencia, la posibilidad de que aquel verano pudiera ser eterno, sin que llegaran a asomarse jamás las orejas de Septiembre y me obligara a regresar a esa descorazonadora prisión que para mí era el colegio.

Regresé, entre las brumas blanquecinas del Pasado, a una sesión matutina de cine organizada por el museo local hace tantos y tantos años, cuando sentí el picor de la fascinación por Julio Verne gracias a unos terribles ojos verdes y brillantes que se abalanzaban sobre las butacas, preludio del fin para un desprevenido vapor y su tripulación, y a un atormentado James Mason al teclado del órgano de Nemo. Aquella conformó mi entrada triunfal en las “novelas enciclopédicas” del autor galo, que cautivan al lector por su narración sencilla pero científica, que es donde radica el buen hacer de este hombre bien informado (más que visionario), pues parte de los logros tecnológicos que afloraron durante el pasado s. XX se debieron a que sus semillas fueron esparcidas durante el XIX por hombres que impulsaban una ingeniería aún en paños menores. Verne no escribía de imposibles, tan solo de eventos e invenciones para los que había que ser pacientes.

Gracias a la producción de la Disney, «20.000 leguas de viaje submarino», junto con «De la Tierra a la Luna», es la obra más popular de Julio Verne, dedicándose a su adaptación un amplio presupuesto y el merecido mimo y cuidado al detalle en todos los aspectos posibles, consiguiendo que, hoy día, sigamos pegándonos a la pantalla durante dos horas, aún a pesar de que para nosotros los submarinos nucleares no sean cosa del otro mundo. La cuestión radica en la historia del propio Nemo y la que protagonizan los otros tres personajes, invitados forzosos del esquivo capitán del Nautilus, entre los que no puede faltar un francés como mínimo: el choque entre las dos caras de una misma moneda, de vida y muerte, de investigación y destrucción, de amor y odio. Nemo es el antihéroe por excelencia, poseedor de un terror tecnológico único en el mundo y por el que ha perdido lo único que arrojaba algo de luz a su existencia, y que lucha sin cuartel contra sus enemigos enunciando un discurso cruel pero también antibelicista, con ciertos tintes de anarquía sui generis. Nemo es quien toma el timón cuando siega las vidas de las tripulaciones de naves cargadas de armas y esclavistas prorrumpiendo un grito mudo de desesperación en medio del turbio océano de la venganza.

Por su parte, el doctor Aronnax es el perfecto científico (y representante de Francia) que trata de comprender a Nemo y de convencerle de lo beneficioso que sería que compartiera sus conocimientos tecnológicos aunque, al final de la narración, él mismo da a entender que para que la Humanidad esté a salvo es necesario que ciertos caminos de la Ciencia sigan siendo desconocidos.

La parte divertida y aventurera la protagoniza Kirk Douglas con su arpón en ristre y su fiel Esmeralda; un héroe arquetípico que se revuelve contra el confinamiento y la falta de libertad y que, aún con la codicia y violencia de la que hace gala, tiene más bondad que Nemo, devorado por el cáncer del odio hacia la sociedad a la que culpa de todos sus males.

Con más de sesenta años en sus cuadernas, «20.000 leguas de viaje submarino» navega tranquila bajo la superficie, con una historia atractiva que forma parte de la mítica literaria y que en la pantalla se envuelve a la perfección en escenarios steampunk. Aún con las licencias tomadas por la Disney, es un clásico indiscutible del cine que veremos con idéntico agrado independientemente de nuestra edad.

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